lunes, 25 de octubre de 2010

Escribo en la oscuridad del día,
primavera asoleada,
madera que comienza a doblarse
mientras no siento y quiero,
un ser inherte sin movimiento
más que el calculado,
cual grua de puerto,
como sólo saben hacerlo
las piernas para caminar.

Escritos llenos de vacío,
tranquilidad incensata,
con extremos y distancias,
con sueños y serpientes,
carne de aire,
cariños extremos,
y resentimiento con cada una.

es una historia de esas de antaño,
o muchas historias de esas de hoy,
todo en un compendio extraño de racionalidad,
de besos sin sentir
y palabras sin importar,
que carcomen el cariño,
que separan la realidad de la ira,
y que transforman la cercanía en nada.

Todo en el mismo saco,
en la misma penumbra del sol primaveral,
de los cantos de gaviotas,
de los chillidos de los torques
y en el destello de un espejo.

Me duermo, sin sentir,
sin extrañar, y sólo condenando,
casi no robot,
así extremos del kibalion,
casi creyendo que es verdad,
que es realidad.

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